Como estamos en contacto con amigos y estudiantes que
quieren dedicarse a la traducción nos pareció apropiado hacer esta entrada y aprovechar este blog para poner de realce las cualidades que debe
tener un futuro traductor, porque suelen atenazar a los que quieren estudiar o
dedicarse a la traducción, y porque no saben cómo funciona esto, ni si se les dará
bien. Muchas de las preguntas que llegan son si se puede estudiar Traducción
sin tener un buen nivel de español o sin conocer otro idioma extranjero aparte
del inglés, si se puede mejorar el español a lo largo de los años de estudio,
si puede ser contraproducente ser ansiosa y aislada y si esta profesión
requiere grandes dosis de capacidad comunicativa cara a cara. En resumen, ¿qué
cualidades debe tener un estudiante de Traducción o un traductor profesional?
Empecemos por el principio, por lo básico, obvio y
elemental: un traductor o estudiante de Traducción debe conocer, como mínimo,
una lengua extranjera y su propia lengua materna. Esta afirmación puede parecer
una evidencia o detalle, pero lo cierto es que muchas veces, los estudiantes o
traductores noveles no son del todo conscientes de lo que eso significa
realmente y es habitual que cometan dos errores: creer que en la carrera
aprenderán el idioma del que quieren traducir y, lo que es peor, olvidar que
conocer su propia lengua materna a la perfección es tanto o más importante que
tener un buen dominio del idioma extranjero en cuestión.
En cuanto al primer punto, hay que tener muy claro que la
carrera de Traducción no es un curso para aprender inglés, francés, alemán o
chino; su objetivo, en principio, es que los alumnos aprendan a traducir, por
lo que la lengua B (la primera lengua extranjera, la lengua de la que uno
traduce principalmente) ya debe venir aprendida de casa. Dicho de otro modo: se
espera que el alumno ya tenga un cierto nivel de su lengua B para poder superar
la carrera. Entrar, por ejemplo, en traducción de alemán sin tener ni idea de
alemán es una garantía de sufrimiento y, en última instancia, si el alumno no
se pone muchísimo las pilas para alcanzar el nivel requerido, fracasa. Los años
de estudios de la carrera, sirven para que el estudiante perfeccione su lengua
de trabajo, no para que la aprenda desde cero. No sucede lo mismo con las
segundas y terceras lenguas extranjeras (lenguas C y D), sobre todo si son
idiomas raros o exóticos, en cuyo caso sí se suelen impartir desde el nivel más
básico. No obstante, no hay que perder de vista que el nivel que se necesita
para traducir un idioma es muy alto y ese nivel, en el caso de las lenguas C y
D, no se alcanza en cuatro años de carrera (menos aún si se trata de idiomas
como el japonés o el chino), por lo que se requerirán varios años más de
esfuerzo y trabajo aparte si el alumno quiere llegar a traducir dichas lenguas.
En cuanto al segundo punto, no hay peros que valgan: saber
traducir (bien) pasa inevitablemente por saber redactar a la perfección en tu
lengua materna. Si no se te da bien escribir, si no conoces tu lengua materna
en profundidad, mejor que dediques a otra cosa, porque por muy bien que
entiendas el texto original, jamás podrás producir un texto de destino de
calidad. Es un error creer que ser hablante nativo de un idioma te permite
automáticamente traducir a ese idioma. ¿Acaso ser capaces de correr nos
convierte automáticamente en campeones de atletismo? Y es que dominar el
español no significa solo saber dónde poner las tildes, sino también cómo usar
adecuadamente las mayúsculas y las minúsculas, las cursivas o los signos de
puntuación, tener un léxico rico y una expresión fluida, saber cómo utilizar la
lengua en cada situación y contexto; en definitiva, estar al día de todas las
normas gramaticales, ortográficas, de tipografía y de estilo del idioma, o
conocer las fuentes de consulta adecuadas para resolver las dudas que tengamos
(aunque tampoco se pueden conocer todas). Parte de ello se aprende en la
carrera, pero se trata de una tarea de actualización, aprendizaje y
perfeccionamiento constantes a la que debemos prestar atención durante toda
nuestra vida de estudiante y profesional.
Esto se añade con otras de las
cualidades que ha de tener un buen estudiante de Traducción o traductor
profesional: curiosidad y capacidad autodidacta. En una profesión en la que se
manejan textos de todo tipo y en la que es recomendable especializarse y
reciclarse para no quedarse estancado y obsoleto, tener ganas de aprender y
saber hacerlo por tu cuenta es fundamental. Informática, audiovisual, finanzas,
medicina u otras especialidades…: los ámbitos en los que puede y debe formarse
un traductor para mejorar sus habilidades y el servicio que ofrece son casi
infinitos. El traductor es, literalmente, un profesional hecho a sí mismo,
porque no le queda más remedio. Si él no se mueve, nadie va a venir a moverlo.
En conclusión, esta es una
profesión para gente independiente y con empuje, perseverante, paciente y
disciplinada, entre otras muchas cualidades. Nos todos estamos hecho para la traducción,
por eso uno siempre debe preguntarse qué cualidades tienen y si realmente valen
para esta carrera y oficio. Porque pensamos que más allá de una carrera es una filosofía
de vida.